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Gabriel García Márquez cuenta la historia de un ex presidente dolorido. Necesitaba una operación arriesgada pero inevitable. Sin embargo, el presidente sabía que iba a morir. Un día, mientras tomando un café, que no debía tomar por razones de salud, un chofer de ambulancia llamado Homero Rey se sentó junto a con él. Resulta que también había trabajado en la campaña del presidente hacia años. Después de charlar sobre el almuerzo, Homero lo invito a su casa a cenar la siguiente semana. Homero y el presidente se encontraron en el hospital una semana después de la cena. Fueron al hotel donde el presidente se alojaba y este le pidió a Homero que vendiera sus joyas porque necesitaba dinero para pagar sus gastos médicos. Lazara, la esposa de Homero, vendió todo menos el anillo de bodas y un reloj de leontina porque ella sabia que tenían mucho valor sentimental. Dos meses después de ser operado, el presidente tomo un tren a Marsella y dejo como recompensa su anillo y reloj a los dos hijos de Homero y Lazara. Llego sano y salvo y desde ese día empezó a tomar café, comer carne roja, y a fumar. El presidente vivía feliz.
Este cueto me dio mucha tristeza. La agonía el presidente se podía sentir en todo el cuento. Pero mientras la trama continuaba cosas se iban poniendo mejor. El final me gusto porque el presidente termino siendo muy feliz.
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